martes, 5 de junio de 2012

Primavera Sound 2012: Tres días entre el cielo y el infierno

/yurik

Se me antoja difícil describir con palabras lo que ha sido este Primavera Sound 2012, pero creo que merece la pena intentarlo, aunque solo sea para poner orden dentro de mi maltrecha mente e intentar sacar una conclusión a este maratón de locura, distorsión y emociones... emociones que van del blanco más luminoso al negro más implacable en una batalla que ha durado tres días. ¿Quién ganará?

El jueves el festival abría sus puertas, y sin duda, ese primer día era El Día. Poco nos importaban a muchos los grupos que iban a tocar durante toda la tarde puesto que teníamos una cita a la una de la madrugada. Una cita con la historia, con el riff... una cita con Sleep. Pese a todo, había muchos conciertos interesantes que valía la pena ver antes de llegar a tan ansiado momento.
Empezamos con A Storm Of Light, grupo liderado por Josh Graham (antiguo miembro de Red Sparowes y colaborador visual en Neurosis). Su propuesta de post metal pesado y agónico me gustó mucho y el concierto fue perfecto para entrar en calor, aunque en muchas ocasiones se tenga la sensación de oír algo que ya hemos escuchado anteriormente.
Tras acabar el concierto fui a ver a unos desconocidos Iceage, con un hardcore juvenil bastante soso que no me llenó en absoluto, pero había que hacer tiempo hasta el inicio de The Afghan Whigs... espera que mereció la pena pues los de Cincinnati dieron un espectáculo ejemplar en el que demostraron su saber hacer y su clase durante una hora que supo a poco, pues su música con toques de Soul es pura energía.


Tuvimos que cenar rápidamente para no perdernos ni un minuto de Mudhoney, grupo que si bien no me entusiasma en disco, todo el mundo me había recomendado fervientemente en directo... y tenían razón. Fuerza, contundencia y vitalidad se dieron de la mano temazo tras temazo sin que nuestras cabezas pudieran parar de balancearse al ritmo de sus desquiciadas guitarras.
Sin embargo, lo que parecía un adelanto perfecto para el concierto que nos había congregado ahí, se convirtió en un funeral al sernos anunciado que Sleep habían cancelado su actuación debido a problemas de salud de Matt Pike. La noticia, con la oscuridad de la noche sobre nosotros, nos hundió en la miseria más absoluta. Los más veteranos en cuestión de festivales nos intentaban confortar, pero entre todos los amantes del Stoner y del Doom pesaba un velo de tristeza que ya no se nos quitaría en toda la noche.
Ni tan siquiera la posibilidad de ver a Refused (grupo que se solapaba con Sleep) nos alegró, pero ahora, mirando al pasado con perspectiva, me doy cuenta del grandioso concierto que los suecos nos regalaron. Porque si Sleep son únicos, Refused también. Banda esencial de los noventa, auténticos renovadores del Hardcore y orgullosos estandartes del rock alternativo, Refused son un grupo legendario, de esos que surgen cada mucho tiempo. Y en el escenario demostraron que no solo viven de sus maravillosos tres discos de estudio, sino también de la energía desenfrenada y sin limites de un directo apoteósico que los eleva muy por encima de lo que pueden alcanzar la mayoría de los mortales. Pero de eso me doy cuenta ahora, pues en ese momento mi cabeza estaba nublada por el pesimismo y la amargura de aquel a quien le arrebatan un tesoro justo cuando está a punto de alcanzarlo con sus manos.



Al acabar la ahogada locura de Refused nos dirigimos al escenario ATP para ver a los americanos Wolves In The Throne Room y nos encontramos con la sorpresa de que a alguien se le había ocurrido pinchar el Dopesmoker por los altavoces donde deberían haber sonado Sleep. No se si es pura mala hostia o falta de sensibilidad, pero fue la gota que colmó el vaso y a punto estuvo de hacer que me lanzara de cabezas a una muerte alcoholizada.
Por suerte pude contener las ansias de autodestrucción para presenciar, no solo el mejor concierto del día, sino una de las más abrumadores muestras de poder y oscuridad que he visto en mi vida. No las tenía todas conmigo, pues se tienen que tener las ideas muy claras para trasladar del estudio al escenario tal magnitud sonora. Y donde muchos fracasarían, los lobos triunfan por todo lo alto.
Tras dos conciertos abrumadoramente majestuosos nos fuimos a casa cansados, con los oídos pitando y con una sensación agridulce. El primer día del Primavera Sound había acabado.


El viernes trajo consigo un nuevo amanecer y se llevó parte del mal sabor de boca que se nos había quedado por la cancelación de Sleep. Aún quedaban dos días de festival y queríamos disfrutarlos al máximo, y si el jueves habría tenido que ser el día de Cisneros y compañía, el viernes debía ser el día de Robert Smith.

Decidí empezar sin prisas, recorriendo el parc de fòrum y respirando su buen ambiente. Un amigo me recomendó un grupo desconocido para mi hasta entonces: Milk Music, y fue sin duda la gran sorpresa del festival. Practican un Grunge muy fresco, con toques punk y un poco de noise a lo Dinosaur Jr., y aunque solo tienen un Ep, realmente les auguro un futuro prometedor. A diferencia de lo que suele ocurrir con grupos tan jóvenes, encima del escenario dieron la talla y nos recordaron que la buena música no tiene edad.
Con la luz del Sol apaciguando lentamente, nos dirigimos al escenario Vice para ver a los grandiosos Orthodox, en mi opinión el mejor grupo nacional que existe a día de hoy. Salieron vestidos de penitentes y durante los cuarenta minutos que tocaron dieron una lección de lentitud y pesadez que muchos grupos de Doom de más renombre (básicamente por ser ingleses, suecos o americanos) no alcanzan siquiera a poder emular. Son muy grandes y no me cansaré nunca de decirlo, un grupo que evoluciona disco a disco y que en directo siempre consigue atraparme hasta lo más profundo de su danza oscura, esa que solo ellos saben crear.
Tras este hipnótico viaje por los abismos le tocó el turno a Harvey Milk, concierto con el que constaté mis antipatías ante este trío de Georgia. Quieren ir de Melvins pero no dan la talla en ningún aspecto, se les ven las costuras. No se puede fingir ser raro, o lo eres o el publico te cala a la primera... de hecho creo que hasta el guitarrista estaba fingiendo el estado de embriaguez. Una estafa de grupo.
En medio del concierto nos enteramos de la segunda mala noticia del festival: la caída de Melvins del cartel, lo cual dejó hechos polvo a varios de mis compañeros pero que a mi, y a riesgo de parecer egoísta, no me afectó en absoluto. Soy fan absoluto de los Melvins y los considero el grupo más importante de los noventa, pero esa noche tenía otra cita.


La luna llegó para darle la bienvenida al gran cabeza de cartel del Primavera Sound 2012, el grupo que nos haría olvidar la cancelación de Sleep. The Cure dieron un concierto simplemente indescriptible en el que demostraron que el podio del rock gótico y del post punk les pertenece a ellos y solo a ellos, el resto son medianías. Más de tres horas en las que disfrutamos de prácticamente todos sus grandes temas y en las que hubo cabida para todas sus etapas. La cual cosa no es tarea fácil al tratarse de una de las mejores y más grandes formaciones que ha dado de si la música popular. Sonaron mejor que cualquier otro grupo en el festival y Robert Smith cantó perfectamente. Aunque el concierto tuvo un gran fallo: no se puede empezar con Plainsong y Pictures of You, es quemar la pólvora antes de que llegue la batalla. Todo lo que venga después de estas dos maravillas sabe a poco.
Ahora ya puedo decir que los he visto, y es una experiencia que recomiendo a todo el mundo, sientas o no la pasión que a mi me eriza el vello cada vez que hablo de ellos. The Cure, señores y señoras... Ni Napalm Death ni Mayhem. Esa noche era la noche de The Cure, y tras acabar el concierto no quise contaminar el momento con otros grupos y me fui a casa, con los ojos fuera de órbita por lo que acababa de presenciar.


El sábado tenía que ser el día de despedirse del festival por todo lo alto. Tras lo sucedido con Sleep y Melvins, a los admiradores de la música pesada solo nos quedaba una última bala, y si Godflesh fallaban, todo ser iría irremediablemente a la mierda. Pero no adelantemos acontecimientos.
Me apresuré temprano al auditorio del fòrum con el fin de coger un buen sitio para ver al todopoderoso Michael Gira, líder de los magnánimos Swans. La verdad es que no sabía que me iba a encontrar, puesto que no he escuchado nunca nada de él en solitario, pero estaba seguro de que no me decepcionaría. Gira tiene algo, llamadlo genio si queréis, que hace que confíe plenamente en él y que me impulsa a seguirlo a todas partes.
Y en ese concierto no fue para menos. Tan solo una guitarra y su presencia. No hace falta nada más, él solo es capaz de llenar de rabia, melancolía y desesperación los corazones de todos los presentes en ese auditorio, que se hizo pequeño a medida que pasaban los minutos, como si las paredes se estrecharan y Michael Gira, cual tótem ancestral, se hiciera más y más grande hasta mostrar su verdadera forma, la de un Dios que camina sobre la tierra con botas y sombrero de vaquero. Diría que fue un momento único, pero estoy seguro de que allá donde va Gira causa esa impresión de que tras él no hay cabida para nada más.
Con estos pensamientos cruzando mi mente me dirigí al escenario Ray Ban para ver uno de los grupos que más ilusión me hacían de todo el Primavera Sound: los vascos Lisabö, cuyo último disco, Animalia Lotzatuen Putzua, me parece una obra maestra del dolor y la lucha en un mundo tan desolado como el que nos ha tocado vivir. Y si en disco te derrotan por dentro, en directo los chicos de Karlos Osinaga cogen tu alma, la revientan a base de distorsión y luego escupen sus entrañas encima de tus restos. Ni más ni menos, uno de los bolos más duros y deprimentes que he visto en mi vida, y pese a ello, cuento los días para poder volverlos a ver y volver a sentir como todo se derrumba a mi alrededor.


Tocaba larga pausa antes de ver a OFF! y decidimos ir a cenar para que se nos bajara un poco el subidón de adrenalina post-Lisabö. Me gustaría detenerme en comentar la buena organización a todos los niveles por parte del festival, pues viniendo del Sonisphere la diferencia era abismal. No me extraña que muchos guiris escojan este festival para tomarse unas vacaciones rodeados de buen ambiente y mejor música. Pero paremos de chuparnos las pollas, que vienen unos tíos con mucha mala leche pegando hostias.
OFF! es uno de esos casos que surgen a menudo en el mundo de la música en el que un grupo es glorificado antes de que saquen siquiera su primer disco. Se trata del ya famoso fenómeno hype, ante el cual siempre me muestro precavido. Que si supergrupo, que si miembros de Black Flag, que si arte gráfico sospechosamente parecido al de la mítica banda liderada por Greg Ginn... cuando las cosas parecen tan buenas es mejor mantenerse distante y verlas con perspectiva. Y eso hice durante los primeros veinte segundos de bolo... luego me uní a la locura. OFF! son rematadamente buenos, no inventan nada pero hacen ese tipo de hardcore old school que no pasa de moda. Y en directo son como tienen que ser: directos y potentes, sin complicaciones. Lástima que tengan tan pocos temas y tuvieran que rellenar los treinta minutos de concierto con tanta charla del cantante.


Y, exactamente a las doce y media de la noche, empezó el apocalipsis.
Godflesh llegaron y el mundo desapareció durante una hora, que pudo ser una eternidad y no me habría enterado, inmerso como estaba en esa maquinaria infernal en la que nos atrapan Broadrick y Green. Godflesh era, como debería haber sido Sleep y Melvins, y como fue The Cure, una cita con la historia. Una cita con un grupo que significó el génesis de muchas cosas que nos gustan demasiado a los tarados que el sábado pasado estábamos a primera fila muriendo agónicamente, riff a riff, bajo el martilleante peso de estos dos dioses de la música pesada.
Supongo que se le pueden sacar peros, como la ausencia de algún tema o el volumen demasiado bajo, pero yo me quedo con la sensación de estar acompañando a los cuatro jinetes del apocalipsis en su marcha hacia el Fin, sintiendo que no hay vuelta atrás... que tu cuerpo no responde por ti cuando la distorsión lo atraviesa inclemente. El mejor concierto del festival y la mejor cura para la decepción de no poder vibrar en directo con Dragonaut.


Tras ver en un solo día a Michael Gira, Lisabö, OFF! y Godflesh existen dos opciones: o te cortas las venas, o te pegas un chute y vas a ver a Justice. Escogimos la segunda, y no pudimos hacer nada mejor puesto que los franceses eran el broche perfecto para un gran festival. Con Genesis volvimos a nacer de la tumba en la que Justin Broadrick nos había sepultado, y a partir de ese momento la fiesta no decayó en ninguno de los sesenta minutos que duró la actuación de Gaspard Augé y Xavier de Rosnay. Quiero creer que todo lo que tocaron fue en directo, pero en realidad me da igual, solo se trata de bailar y de pasarlo bien. A todos los detractores del genial Audio, Video, Disco os diré una cosa: id a ver Justice en directo y luego hablamos de qué os parecen temazos como Civilization, Canon o On'n'On.
La fiesta duró hasta las seis de la mañana. Exhausto cruzaba las calles de regreso a casa, con el Sol saliendo lentamente de su letargo, y pensaba en todo lo que había vivido a lo largo de estos tres días... pensando en lo grande que había sido este Primavera Sound 2012. No solo por los conciertos ni por las substancias que hemos ingerido sino también, y especialmente, por la compañía. Así da gusto.

¿Repetiremos el año que viene? Sin duda.

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