/yurik
Se me antoja difícil
describir con palabras lo que ha sido este Primavera Sound 2012, pero
creo que merece la pena intentarlo, aunque solo sea para poner orden
dentro de mi maltrecha mente e intentar sacar una conclusión a este
maratón de locura, distorsión y emociones... emociones que van del
blanco más luminoso al negro más implacable en una batalla que ha
durado tres días. ¿Quién ganará?
El jueves el festival
abría sus puertas, y sin duda, ese primer día era El Día. Poco nos
importaban a muchos los grupos que iban a tocar durante toda la tarde
puesto que teníamos una cita a la una de la madrugada. Una cita con
la historia, con el riff... una cita con Sleep. Pese a todo, había
muchos conciertos interesantes que valía la pena ver antes de llegar
a tan ansiado momento.
Empezamos con A Storm Of
Light, grupo liderado por Josh Graham (antiguo miembro de Red
Sparowes y colaborador visual en Neurosis). Su propuesta de post
metal pesado y agónico me gustó mucho y el concierto fue perfecto
para entrar en calor, aunque en muchas ocasiones se tenga la
sensación de oír algo que ya hemos escuchado anteriormente.
Tras acabar el concierto
fui a ver a unos desconocidos
Iceage, con un hardcore juvenil
bastante soso que no me llenó en absoluto, pero había que hacer
tiempo hasta el inicio de
The Afghan Whigs... espera que mereció la
pena pues los de
Cincinnati dieron un espectáculo ejemplar en el que
demostraron su saber hacer y su clase durante una hora que supo a
poco, pues su música con toques de Soul es pura energía.
Tuvimos que cenar
rápidamente para no perdernos ni un minuto de
Mudhoney, grupo que si
bien no me entusiasma en disco, todo el mundo me había recomendado
fervientemente en directo... y tenían razón. Fuerza, contundencia y
vitalidad se dieron de la mano temazo tras temazo sin que nuestras
cabezas pudieran parar de balancearse al ritmo de sus desquiciadas
guitarras.
Sin embargo, lo que
parecía un adelanto perfecto para el concierto que nos había
congregado ahí, se convirtió en un funeral al sernos anunciado que
Sleep habían cancelado su actuación debido a problemas de salud de
Matt Pike. La noticia, con la oscuridad de la noche sobre nosotros,
nos hundió en la miseria más absoluta. Los más veteranos en
cuestión de festivales nos intentaban confortar, pero entre todos
los amantes del Stoner y del Doom pesaba un velo de tristeza que ya
no se nos quitaría en toda la noche.
Ni tan siquiera la
posibilidad de ver a
Refused (grupo que se solapaba con
Sleep) nos
alegró, pero ahora, mirando al pasado con perspectiva, me doy cuenta
del grandioso concierto que los suecos nos regalaron. Porque si
Sleep
son únicos,
Refused también. Banda esencial de los noventa,
auténticos renovadores del Hardcore y orgullosos estandartes del
rock alternativo,
Refused son un grupo legendario, de esos que surgen
cada mucho tiempo. Y en el escenario demostraron que no solo viven de
sus maravillosos tres discos de estudio, sino también de la energía
desenfrenada y sin limites de un directo apoteósico que los eleva
muy por encima de lo que pueden alcanzar la mayoría de los mortales.
Pero de eso me doy cuenta ahora, pues en ese momento mi cabeza estaba
nublada por el pesimismo y la amargura de aquel a quien le arrebatan
un tesoro justo cuando está a punto de alcanzarlo con sus manos.
Al acabar la ahogada
locura de Refused nos dirigimos al escenario ATP para ver a los
americanos Wolves In The Throne Room y nos encontramos con la
sorpresa de que a alguien se le había ocurrido pinchar el Dopesmoker
por los altavoces donde deberían haber sonado Sleep. No se si es
pura mala hostia o falta de sensibilidad, pero fue la gota que colmó
el vaso y a punto estuvo de hacer que me lanzara de cabezas a una
muerte alcoholizada.
Por suerte pude contener
las ansias de autodestrucción para presenciar, no solo el mejor
concierto del día, sino una de las más abrumadores muestras de
poder y oscuridad que he visto en mi vida. No las tenía todas
conmigo, pues se tienen que tener las ideas muy claras para trasladar
del estudio al escenario tal magnitud sonora. Y donde muchos
fracasarían, los lobos triunfan por todo lo alto.
Tras dos conciertos
abrumadoramente majestuosos nos fuimos a casa cansados, con los oídos
pitando y con una sensación agridulce. El primer día del Primavera
Sound había acabado.
El viernes trajo consigo
un nuevo amanecer y se llevó parte del mal sabor de boca que se nos
había quedado por la cancelación de
Sleep. Aún quedaban dos días
de festival y queríamos disfrutarlos al máximo, y si el jueves
habría tenido que ser el día de
Cisneros y compañía, el viernes
debía ser el día de
Robert Smith.
Decidí empezar sin
prisas, recorriendo el parc de fòrum y respirando su buen ambiente.
Un amigo me recomendó un grupo desconocido para mi hasta entonces:
Milk Music, y fue sin duda la gran sorpresa del festival. Practican
un Grunge muy fresco, con toques punk y un poco de noise a lo
Dinosaur Jr., y aunque solo tienen un Ep, realmente les auguro un
futuro prometedor. A diferencia de lo que suele ocurrir con grupos
tan jóvenes, encima del escenario dieron la talla y nos recordaron
que la buena música no tiene edad.
Con la luz del Sol
apaciguando lentamente, nos dirigimos al escenario Vice para ver a
los grandiosos Orthodox, en mi opinión el mejor grupo nacional que
existe a día de hoy. Salieron vestidos de penitentes y durante los
cuarenta minutos que tocaron dieron una lección de lentitud y
pesadez que muchos grupos de Doom de más renombre (básicamente por
ser ingleses, suecos o americanos) no alcanzan siquiera a poder
emular. Son muy grandes y no me cansaré nunca de decirlo, un grupo
que evoluciona disco a disco y que en directo siempre consigue
atraparme hasta lo más profundo de su danza oscura, esa que solo
ellos saben crear.
Tras este hipnótico
viaje por los abismos le tocó el turno a Harvey Milk, concierto con
el que constaté mis antipatías ante este trío de Georgia. Quieren
ir de Melvins pero no dan la talla en ningún aspecto, se les ven las
costuras. No se puede fingir ser raro, o lo eres o el publico te cala
a la primera... de hecho creo que hasta el guitarrista estaba
fingiendo el estado de embriaguez. Una estafa de grupo.
En medio del concierto
nos enteramos de la segunda mala noticia del festival: la caída de
Melvins del cartel, lo cual dejó hechos polvo a varios de mis
compañeros pero que a mi, y a riesgo de parecer egoísta, no me
afectó en absoluto. Soy fan absoluto de los
Melvins y los considero
el grupo más importante de los noventa, pero esa noche tenía otra
cita.
La luna llegó para darle
la bienvenida al gran cabeza de cartel del
Primavera Sound 2012, el
grupo que nos haría olvidar la cancelación de
Sleep.
The Cure
dieron un concierto simplemente indescriptible en el que demostraron
que el podio del rock gótico y del post punk les pertenece a ellos y
solo a ellos, el resto son medianías. Más de tres horas en las que
disfrutamos de prácticamente todos sus grandes temas y en las que
hubo cabida para todas sus etapas. La cual cosa no es tarea fácil al
tratarse de una de las mejores y más grandes formaciones que ha dado
de si la música popular. Sonaron mejor que cualquier otro grupo en
el festival y
Robert Smith cantó perfectamente. Aunque el concierto
tuvo un gran fallo: no se puede empezar con
Plainsong y
Pictures of
You, es quemar la pólvora antes de que llegue la batalla. Todo lo
que venga después de estas dos maravillas sabe a poco.
Ahora ya puedo decir que
los he visto, y es una experiencia que recomiendo a todo el mundo,
sientas o no la pasión que a mi me eriza el vello cada vez que hablo
de ellos.
The Cure, señores y señoras... Ni
Napalm Death ni
Mayhem.
Esa noche era la noche de
The Cure, y tras acabar el concierto no
quise contaminar el momento con otros grupos y me fui a casa, con los
ojos fuera de órbita por lo que acababa de presenciar.
El sábado tenía que ser
el día de despedirse del festival por todo lo alto. Tras lo sucedido
con Sleep y Melvins, a los admiradores de la música pesada solo nos
quedaba una última bala, y si Godflesh fallaban, todo ser iría
irremediablemente a la mierda. Pero no adelantemos acontecimientos.
Me apresuré temprano al
auditorio del fòrum con el fin de coger un buen sitio para ver al
todopoderoso Michael Gira, líder de los magnánimos Swans. La verdad
es que no sabía que me iba a encontrar, puesto que no he escuchado
nunca nada de él en solitario, pero estaba seguro de que no me
decepcionaría. Gira tiene algo, llamadlo genio si queréis, que hace
que confíe plenamente en él y que me impulsa a seguirlo a todas
partes.
Y en ese concierto no fue
para menos. Tan solo una guitarra y su presencia. No hace falta nada
más, él solo es capaz de llenar de rabia, melancolía y
desesperación los corazones de todos los presentes en ese auditorio,
que se hizo pequeño a medida que pasaban los minutos, como si las
paredes se estrecharan y Michael Gira, cual tótem ancestral, se
hiciera más y más grande hasta mostrar su verdadera forma, la de un
Dios que camina sobre la tierra con botas y sombrero de vaquero.
Diría que fue un momento único, pero estoy seguro de que allá
donde va Gira causa esa impresión de que tras él no hay cabida para
nada más.
Con estos pensamientos
cruzando mi mente me dirigí al escenario Ray Ban para ver uno de los
grupos que más ilusión me hacían de todo el Primavera Sound: los
vascos Lisabö, cuyo último disco, Animalia Lotzatuen Putzua, me
parece una obra maestra del dolor y la lucha en un mundo tan desolado
como el que nos ha tocado vivir. Y si en disco te derrotan por
dentro, en directo los chicos de Karlos Osinaga cogen tu alma, la
revientan a base de distorsión y luego escupen sus entrañas encima
de tus restos. Ni más ni menos, uno de los bolos más duros y
deprimentes que he visto en mi vida, y pese a ello, cuento los días
para poder volverlos a ver y volver a sentir como todo se derrumba a
mi alrededor.
Tocaba larga pausa antes
de ver a
OFF! y decidimos ir a cenar para que se nos bajara un poco
el subidón de adrenalina post-
Lisabö. Me gustaría detenerme en
comentar la buena organización a todos los niveles por parte del
festival, pues viniendo del
Sonisphere la diferencia era abismal. No
me extraña que muchos guiris escojan este festival para tomarse unas
vacaciones rodeados de buen ambiente y mejor música. Pero paremos de
chuparnos las pollas, que vienen unos tíos con mucha mala leche
pegando hostias.
OFF! es uno de esos casos
que surgen a menudo en el mundo de la música en el que un grupo es
glorificado antes de que saquen siquiera su primer disco. Se trata
del ya famoso fenómeno hype, ante el cual siempre me muestro
precavido. Que si supergrupo, que si miembros de
Black Flag, que si
arte gráfico sospechosamente parecido al de la mítica banda
liderada por
Greg Ginn... cuando las cosas parecen tan buenas es
mejor mantenerse distante y verlas con perspectiva. Y eso hice
durante los primeros veinte segundos de bolo... luego me uní a la
locura.
OFF! son rematadamente buenos, no inventan nada pero hacen
ese tipo de hardcore old school que no pasa de moda. Y en directo son
como tienen que ser: directos y potentes, sin complicaciones. Lástima
que tengan tan pocos temas y tuvieran que rellenar los treinta
minutos de concierto con tanta charla del cantante.
Y, exactamente a las doce
y media de la noche, empezó el apocalipsis.
Godflesh llegaron y el
mundo desapareció durante una hora, que pudo ser una eternidad y no
me habría enterado, inmerso como estaba en esa maquinaria infernal
en la que nos atrapan
Broadrick y
Green.
Godflesh era, como debería
haber sido
Sleep y
Melvins, y como fue
The Cure, una cita con la
historia. Una cita con un grupo que significó el génesis de muchas
cosas que nos gustan demasiado a los tarados que el sábado pasado
estábamos a primera fila muriendo agónicamente, riff a riff, bajo
el martilleante peso de estos dos dioses de la música pesada.
Supongo que se le pueden
sacar peros, como la ausencia de algún tema o el volumen demasiado
bajo, pero yo me quedo con la sensación de estar acompañando a los
cuatro jinetes del apocalipsis en su marcha hacia el Fin, sintiendo
que no hay vuelta atrás... que tu cuerpo no responde por ti cuando
la distorsión lo atraviesa inclemente. El mejor concierto del
festival y la mejor cura para la decepción de no poder vibrar en
directo con
Dragonaut.
Tras ver en un solo día
a
Michael Gira, Lisabö, OFF! y
Godflesh existen dos opciones: o te
cortas las venas, o te pegas un chute y vas a ver a
Justice.
Escogimos la segunda, y no pudimos hacer nada mejor puesto que los
franceses eran el broche perfecto para un gran festival. Con
Genesis
volvimos a nacer de la tumba en la que
Justin Broadrick nos había
sepultado, y a partir de ese momento la fiesta no decayó en ninguno
de los sesenta minutos que duró la actuación de
Gaspard Augé y
Xavier de Rosnay. Quiero creer que todo lo que tocaron fue en
directo, pero en realidad me da igual, solo se trata de bailar y de
pasarlo bien. A todos los detractores del genial
Audio, Video, Disco
os diré una cosa: id a ver
Justice en directo y luego hablamos de qué
os parecen temazos como
Civilization,
Canon o
On'n'On.
La fiesta duró hasta las
seis de la mañana. Exhausto cruzaba las calles de regreso a casa,
con el Sol saliendo lentamente de su letargo, y pensaba en todo lo
que había vivido a lo largo de estos tres días... pensando en lo
grande que había sido este Primavera Sound 2012. No solo por los
conciertos ni por las substancias que hemos ingerido sino también, y
especialmente, por la compañía. Así da gusto.
¿Repetiremos el año que
viene? Sin duda.