miércoles, 16 de enero de 2013

Un disco por año: 1986



/yurik

De todos los años que me han tocado hasta ahora en este especial, el que me ocupa ahora mismo ha sido el más complicado, puesto que la cantidad de disco esenciales que atesora 1986 en mi aprendizaje musical es simplemente apabullante. Por un lado tenemos Somewhere In Time, mi disco preferido de Iron Maiden con Bruce Dickinson. Una obra imprescindible del heavy metal a la que habría que sumarle dos discos a los que les tengo mucho cariño: los sendos debuts de Crimson Glory y de King Diamond.

1986 también fue un año capital para el doom metal, con dos obras maestras que ayudarían a definir el estilo: Epicus Doomicus Metallicus de Candlemass y Born Too Late de Saint Vitus. Sin embargo, si por algo tiene que ser recordado 1896 es por ser uno de los años más prolíficos en cuanto a thrash metal, tanto por cantidad como por calidad.

Pleasure To Kill, Peace Sells... But Who's Buying? y Master Of Puppets son discos que todo amante del metal debería reverenciar, quizás las obras cumbres de sus respectivas bandas. Y a pesar de todo durante ese año vería  la luz un disco que les haría sombra a todos los mencionados hasta ahora. Una obra perfecta, atemporal y autentica razón de ser de toda una década. La cumbre de la mejor banda de thrash de todos los tiempos: Reign In Blood, o el infierno según Slayer.


Poco se puede añadir a lo que desde entonces se ha dicho de este disco. Tras dos LP's y un EP que les llevaron a ser una banda con bastante prestigio Slayer ficharon para la discográfica Def Jam, pudiendo de esta manera financiar su nuevo disco de manera mucho más profesional que hasta entonces. Para ello contratarían a Rick Rubin, personaje que jugaría un papel esencial en la evolución del sonido del grupo. 

El resultado fue en mi opinión la definición perfecta de como debe sonar un disco de metal extremo, consiguiendo que cada instrumento tenga su lugar creando un todo compacto y atronador. Algo completamente necesario dado el nivel de brutalidad que rezuma el disco a lo largo de sus diez temas. Si Hell Awaits es la obra más progresiva de la banda, con Reign In Blood el grupo liderado por Jeff Hanneman y Kerry King ahondó en la rapidez y violencia sonora que debería mostrar todo disco de thrash que se precie. 

Tan solo tres temas superan los tres minutos, siendo dos de ellos (Angel of Death y Raining Blood) los encargados de abrir y cerrar un álbum de menos de treinta minutos de duración. Slayer sabían muy bien lo que querían, y también sabían que para conseguirlo debían medir cada riff y cada segundo de cada canción para que no faltara ni sobrara nada. 

La consecuencia de todo ello fue la pureza de lo que significa el metal extremo. Sin complicaciones ni florituras, un disco de un frenetismo que en mi opinión aún no ha sido superado, confeccionado para ser escuchado en bucle a golpe de headbanging hasta que las cervicales se conviertan en polvo.

La demostración de que en el mundo de la música lo más importante es tener las ideas claras y estar dispuesto a ir con ellas hasta el mismísimo infierno. Ese lugar en el que moran los demonios y que solo Slayer están invitados a recorrer. 

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