/yurik
Mirar al pasado ha sido desde siempre la herramienta fundamental de todo artista, pues si no sabemos de donde venimos difícilmente podremos encontrar nuestro camino. Sin embargo mirar al pasado puede llegar a convertirse en una moda y, como ocurre con todas las modas, llega un momento en que aparece el conformismo, uno de los mayores enemigos del arte. Y con él desaparece la vitalidad y la energía.
Resulta sencillo, a estas alturas, hablar de revival setentero. Y no voy a ser yo el que lo critique, aunque cada vez más tengo la impresión de que el conformismo empieza a hacer mella en muchas bandas que buscan un sonido y una estética setentera per se, jugando a ser retros simplemente porque se lleva, y porque vende. Solo hay que fijarse en la manera de vestir de ese nuevo grupo de moda llamado Kadavar, parecen querernos convencer de que han salido de una maquina del tiempo. Y yo me pregunto la razón, como si no bastara con hacer buena música. También me pregunto cuanta gente que se declara seguidora de los ya mencionados o de Graveyard u Horisont se ponen a escuchar alguna vez discos de Deep Purple o Blue Cheer. Quizás sea que John Lord (descansa en paz, maestro) no tiene tanto glamour.
Como ya he dicho antes, resulta fácil ahora hablar de revival setentero, aunque quizás no lo era tanto hace ocho años, cuando Witchcraft debutaron con una obra maestra que aún hoy conserva su frescura y que no me canso de escuchar. Tras dos discos ejemplares (aunque no tan mágicos) como Firewood o The Alchemist el grupo liderado por Magnus Pelander se convirtió en el rey del rock duro añejo, y no le faltaron imitadores. El problema es que esos grupos acabaron por imitar a quien imitaba a los padres fundadores, creando un una paradoja manierista bastante desafortunada.
Es en este contexto, y perdonad que me haya alargado tanto, que Legend me parece un puñetazo sobre la mesa por parte de Pelander y compañía. Con su cuarto larga duración Witchcraft han vuelto para demostrar que el trono del rock retro les pertenece a ellos y solo a ellos, y lo han hecho escogiendo la senda más atrevida: la de modernizarse.
Ya desde el primer tema, con la poderosa Deconstruction, nos dejan las cosas claras: las influencias son las mismas pero Witchcraft son ahora un grupo totalmente consciente de sus posibilidades y del sonido que quieren tener. Durante los nueve temas de los que consta el disco asistiremos a un desfile de todas las características que los han hecho especiales, pero aún más refinadas, dejando constancia de que no son un grupo retro, sino un grupo de aquí y ahora que clama por tener un lugar entre los más grandes.
Todos los temas son certeros y contundentes, creando un disco que fluye perfectamente y que da ganas de escuchar en bucle. Deconstruction suena como un tema de Black Sabbath tocado por los Mastodon de The Hunt, con un solo que es puro feeling. It's Not Because of You es el típico hit Witchcraftiano que bien podría ser la Walk Between the Lines o la I Want You to Know de Legend. También hay espacio para probar cosas nuevas, como en An Alternative Freedom, donde juegan con sonoridades más sureñas. White Light Suicide es quizás la canción más completa del disco, con un inicio que recuerda ligeramente a ZZ Top, para luego virar hacía zonas más tranquilas en las que Pelander demuestra su talento y su buen gusto a la hora de cantar para acabar con una remontada guitarrera que nos recuerda a su pasado más doom. Cierra el disco Dead End, un tema en el que Witchcraft nos muestran su lado más espacial y ácido, sin duda la canción más épica del álbum, un broche de oro a uno de los discos del año.
Se les echaba a faltar, pero los reyes han vuelto como solo hacen los más grandes: para reclamar su trono. No solo suenan mejor que nunca, sino que han logrado encontrar su propio sonido dejando atrás para siempre la etiqueta de rock retro. Witchcraft, simplemente, son rock... De ayer, de hoy y de mañana.
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